martes, 9 de septiembre de 2014

Pequeñas entradas

Palacio de los Deportes de Madrid

Cuando cierran la puerta, crece en ella la extraña sensación de que cientos de cámaras la están grabando. Que su imagen, caminando a tientas en una habitación sin muebles, es perfectamente visible para cientos, miles, decenas de miles de personas que no le quitan ojo. Se inquieta pero no pierde los papeles. Entonces las luces frías de la estancia titilan, tiemblan, se estremecen y así ella consigue ver la celda en la que está. Encerrada, sólo encuentra una explicación a no poder compartir su voz con el mundo exterior. Demasiados aciertos en la ruleta. Cuando no hay errores crece la desconfianza. Demasiado talento para el mundo real.

Cambio de escuela

Estaba absolutamente feliz. Volteaba a buscarnos entre la multitud para asegurarse de que estuviéramos viendo que lo había logrado. Había terminado preprimaria.

Mi buena suerte


No siempre se tiene suerte y hay periodos en los que la suerte está, literalmente, al otro lado de la ciudad. Y uno es como aquellas casas destruidas y abandonadas en medio de la calle, ante las que solo queda preguntarse: ¿Qué ciego rayo de la fortuna vino a caer sobre los habitantes de esta casa?, y alejarse en seguida.

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