Es difícil para una persona hacer una semblanza de alguien, y mucho más hacerla de sí misma. Hoy me hablaré en tercera persona.
Físicamente está demás describirla porque es lo de menos.
Liz es una mezcla de varias emociones por tiempos. Un día la puedes ver muy alegre -casi siempre- y otras veces aburrida con ganas de querer ir a casa y dormir. Es una de las cosas que más le agrada hacer: dormir, además de comer. Piensa que podría vivir el resto de su vida solo haciendo esas dos actividades. No le gusta mucho la rutina. Le aburre. Cada vez que puede hace un cambio en su vida, se aburre de los mismos amigos, del mismo lugar que frecuenta, excepto de sus padres, de ellos, jamás. Vive con los dos y los ama mucho, son su fortaleza, pues le dan lo que ella necesita, y no concerniente a lo material, sino al amor incondicional, aunque no sean perfectos, para ella son los mejores.
Por cierto, trabaja desde ya varios meses en un restaurante de comida rápida, y le van bien. Aunque ya llegará el día en que se aburrirá y se irá a otro lugar, como siempre. Tiene un perro al que adora, otra pequeña y vieja a la vez que la acompaña desde hace 13 años, pero de tanta edad no es tan juguetona como el loquillo de Blacky.
Estudia Comunicaciones porque era lo que más le gustó de todas las carreras universitarias desde antes de salir del colegio. Postuló a San Marcos, pero no alcanzó el puntaje, así que optó por entrar a Federico Villarreal, que, resultó siendo mucho mejor en esa carrera que en la otra universidad. Ella lo que en sí quería era Comunicaciones, no le importaba la universidad.
Y es así que a Liz, le puedes pedir un consejo, si está de humor, claro. De otra manera te puede mandar a rodar con una simple risa o restándote importancia. Cuando recién conoces a Liz, tienes que tener mucho cuidado porque no te brinda su confianza muy rápido. Tiene que pasar un tiempo corto para que conozcas la verdadera Liz. Es tímida en un principio, pero luego podrás conocer cómo es.
Su vida se resume, ahora, en estudiar, trabajar, comer, salir, reír y disfrutar cada día.
martes, 7 de octubre de 2014
domingo, 21 de septiembre de 2014
¡QUÉ BORGES!
Aunque tenía un carácter difícil, conocido por periodistas y
colegas, Borges fue uno de los escritores más importante del siglo XX. Jorge Luis
Borges nació un 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires-Argentina y murió el 14 de
junio de 1986 en Ginebra- Suiza. Era un hombre soberbio y muy irónico, sobre
todo irónico, al momento de dar declaraciones a los periodistas. Cualquier
persona tenía cierto temor ante la respuesta del escritor, pues tenía la costumbre
de contestar de manera burlona hasta ofensiva, aunque él no lo reconocía.
En sus obras tenía inclinaciones a escribir cuentos ensayos y poemas, con tendencias de aspectos políticos, fantasiosos o anecdóticos. Borges empezó su vida literaria desde los 4 años, pues a esa edad ya sabía leer y escribir y a los 7 realiza su primera escritura: La visera fatal. Mientras crecía, también crecía en el ámbito literario. Cada obra le salía mejor que la anterior. Los años siguientes de su vida fueron llenos de éxitos y elogios.
A pesar de estar nominado muchos años para ser el ganador del Premio Nobel de Literatura, nunca logró obtenerlo por conflictos políticos en los que estuvo involucrado. Vivió en Argentina gran parte de su vida y viajó a Suiza para acompañar a su padre al tratamiento que iba a realizarse por la ceguera que padecía. Más adelante esta misma ceguera es la que le limitará a él a seguir escribiendo, pues también la sufrió. Ya con 86 años, Borges muere en Ginebra-Suiza por cáncer hepático y enfisema pulmonar.
martes, 9 de septiembre de 2014
HERMANN BUHL: UN HOMBRE Y UNA MONTAÑA
En
1953, el alpinista alemán Karl Herrligkoffer fijó sus ojos en el Nanga Parbat. El mejor hombre de su equipo era Hermann Buhl,
un austriaco, de 29 años, considerado como uno de los escaladores de Europa y
especializado en escaladas de velocidad y en solitario.
Luego
de un mes de arduo trabajo, el grupo no había alcanzado más que el campo IV, a
6.150 metros. En finales de junio, los partes confirman la proximidad del
monzón, y Herrligkoffer ordena la retirada. Cuatro de los alpinistas no le hacen
caso, entre ellos Hermann Buhl, a los que el aviso les ha cogido en el C-IV. El
30 de junio el tiempo mejora. Ya para el 2 de julio instalan el campo V en la
arista este, a 6.900 metros de altitud. Esa noche Kempter y Buhl deciden salir hacia la cumbre. A las dos de la
madrugada, la hora que había acordado previamente, sólo se despierta Buhl, resuelto,
parte en solitario.
La
escalada se hace cada vez más exigente y el cansancio empieza a hacer mella.
Amanece y, en un hueco en la nieve, Buhl decide dejar la mochila, confiado en
estar de vuelta por la tarde. Continúa
sólo con la cantimplora llena de infusión de coca, un puñado de píldoras de
Pervitina (anfetaminas), el piolet, los bastones y la cámara.
A
las dos de la tarde alcanza la depresión entre la antecima y la cumbre
principal, a 7.820 metros. La sed y el hambre lo atormentan. Recurre al
Pervitin y se toma dos tabletas para afrontar las últimas dificultades
técnicas. Una tras otra las va superando mientras pasan las horas. Su objetivo
no va más allá «de los diez o veinte metros» que alcanza su vista; cada dos por
tres se desploma agotado.
Al
poco rato de iniciar el descenso, pierde un crampón. Busca un lugar para pasar
la noche. Apenas encuentra una pequeña repisa donde no se puede ni sentar.
Cuando amanece retoma el descenso. Entonces Buhl tiene una sensación extraña. Sentía
que no estaba solo, que alguien lo perseguía, lo observaba y lo cuidaba. No
sentía miedo, pues esa sensación, al menos, hacía que se sienta acompañado.
Pasado
el mediodía recupera la mochila vacía. La sed le quemaba, la lengua se le pegaba
al paladar, tenía la garganta agrietada. Cae, se queda dormido, pierde la noción
del tiempo. Sabe que ante otra situación similar, no sobrevivirá. Recurre de
nuevo al Pervitin. Convertido en un despojo humano, y sólo espoleado por la
droga, sigue bajando hasta alcanzarlo por fin. Cuarenta y un horas después de
haber salido del campamento V, donde sus compañeros lo daban por muerto.
Quedaba
todavía un pequeño descenso por los casi desmantelados campos de altura hasta
el campo base y el mal tratamiento de sus congelaciones, que le costarían dos
dedos de los pies. Cuatro años después, Bulh protagoniza otra de las páginas
más bellas del himalayismo, al lograr la primera ascensión al Broad Peak con
Kurt Diemberguer. Días después intentan en alpino el cercano Chogolisa de 7.654
metros, donde desaparece al fallar un cornisa en medio de la tormenta.
Pequeñas entradas
Palacio de los Deportes
de Madrid
Cuando cierran la puerta,
crece en ella la extraña sensación de que cientos de cámaras la están grabando.
Que su imagen, caminando a tientas en una habitación sin muebles, es
perfectamente visible para cientos, miles, decenas de miles de personas que no le
quitan ojo. Se inquieta pero no pierde los papeles. Entonces las luces frías de
la estancia titilan, tiemblan, se estremecen y así ella consigue ver la celda
en la que está. Encerrada, sólo encuentra una explicación a no poder compartir su voz con
el mundo exterior. Demasiados aciertos en la ruleta. Cuando no hay errores
crece la desconfianza. Demasiado talento para el mundo real.
Cambio de escuela
Estaba absolutamente feliz.
Volteaba a buscarnos entre la multitud para asegurarse de que estuviéramos
viendo que lo había logrado. Había terminado preprimaria.
Mi buena suerte
No siempre
se tiene suerte y hay periodos en los que la suerte está, literalmente, al otro
lado de la ciudad. Y uno es como aquellas casas destruidas y abandonadas en
medio de la calle, ante las que solo queda preguntarse: ¿Qué
ciego rayo de la fortuna vino a caer sobre los habitantes de esta casa?,
y alejarse en seguida.
domingo, 24 de agosto de 2014
No lo ví
Un día normal. Con pequeños rayos de sol que iluminaban el patio del local central. Justo en el centro del patio, armaban y desarmaban columnas con toldos para una celebración de los 34 años del Centro Cultural.
Debía quedarme a culminar una tarea pendiente, fue así que me dirigí a la biblioteca. Mientras caminaba pude observar que había mucha gente afuera de los salones, como normalmente no se ve. Además de la presencia de muchos docentes, que seguramente asistirían a la celebración del Centro Cultural.
Unas horas después, apenas salí de la biblioteca podía escuchar una fuerte música, sonaba salsa. Cuando regresé al patio central, había muchas luces, un escenario muy lindo y amplio para las presentaciones que se darían. Ya era tarde y me tenía que ir. No me podía quedar a ver las presentaciones.
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